Tarjeta postal de Dubái: el privilegio de toda una vida, Por Sylvain Leclerc

Ahora que la primera sesión presencial de MEMOS en más de dos años acaba justo de terminar en Dubái, me gustaría atraer la atención a otro evento que acaba de tener lugar en Dubái… el espectáculo más increíble del mundo, la Expo Dubái 2020 de 182 días.

Acabo de regresar de Dubái después de haber pasado siete meses en la UAE megalópolis trabajando en la primera Expo mundial realizada en el Medio Oriente y en la región de África del norte, y el evento de mayor envergadura realizado por el mundo árabe, liderando y dirigiendo las comunicaciones del Pabellón de Canadá en nombre del Gobierno de Canadá, agradecido por esta otra oportunidad de representar a mi país en la escena mundial. Ha sido el privilegio de toda una vida.

Ha pasado cerca de un mes desde que este maravilloso evento terminó (el periodo posterior a la Expo avanza tan rápido como la Expo misma), un mes durante el cual he tomado tiempo para relajarme, permitir que el polvo y la adrenalina se asienten y reflexionar sobre lo lejos que he llegado desde mi primer día de trabajo en este proyecto, el 1º de marzo de 2021. Qué año ha sido; qué cantidad de proyectos por realizar en unos pocos meses, tener que reiniciar con la tienda de comunicaciones después de un año de interrupción debido a la pandemia, estar listo para el gran día el 1º de octubre. Escribir que llevar a cabo un evento internacional de seis meses (una maratón de 26 semanas, el equivalente a 11 Juegos Olímpicos consecutivos, sin descanso entre uno y otro), reunir 192 países en un contexto de pandemia mundial habrá sido en lo más mínimo complicado es lo que uno llamaría un eufemismo… ¡santo guacamole! En la categoría de la adaptabilidad, la Expo se encuentra ahora en lo más alto de mi lista de logros; 182 días consecutivos en los que he tenido que adaptarme constantemente a millones de bolas curvas; el sello de la gestión de eventos. Muy agradecido por mis 5 participaciones en los Juegos Olímpicos y 2 en los Paralímpicos, la práctica fue muy útil.

Todos los MEMOSIANOS saben lo que significa organizar un evento al que asisten todos los países del planeta. En este sentido, qué trabajo tan notable e increíble el de los organizadores por mantener este proyecto a pesar de los obstáculos sanitarios y por hacer tanto para garantizar la seguridad de miles de empleados del personal y de millones de visitantes (más de 24). Que la Expo haya tenido lugar en este contexto es casi un milagro. Los contrastes entre ver los Juegos de Tokio y Pekín con los recintos vacíos mientras la Expo acogía a miles de visitantes al día y ver las enormes filas frente a los pabellones era sorprendente. Les digo bravo por creer en su visión hasta el final. Por decir lo menos, lo han logrado. El mayor evento jamás realizado en el mundo árabe cumplió su promesa.

Qué espectáculo tan extraordinario han montado para los países y para los 24 millones de visitantes que han recibido en este sitio. Para mí, el asombro fue inmediato y se mantuvo hasta el último día: la arquitectura, la cultura, la comida, los colores, los sabores. Una fiesta para los ojos presentado a la velocidad de Usain Bolt.

Creo que la Expo de Dubái tendrá una influencia positiva en los millones de jóvenes (y los no tan jóvenes) que atravesaron sus puertas, un evento que marcará a su generación (y a las siguientes), así como la Expo 67 tuvo una influencia, en casa, en Montreal, Quebec, Canadá. La oportunidad de haber aprendido algo que definirá su futuro y contribuirá a construir un mundo mejor.

Además, me enseñó muchas cosas sobre los mega eventos. Lecciones que pueden aplicarse en los Juegos Olímpicos y Paralímpicos. Lecciones que me gustaría poner en práctica teniendo de nuevo un papel activo en el Movimiento, después de cuatro años trabajando para el Ministerio de Asuntos Exteriores de Canadá.

En un contexto de pandemia global y de turbulencias geopolíticas, el mundo necesita más eventos como la Expo Universal, más relevantes que nunca; más oportunidades para educarse, para abrirse al mundo, para descubrir nuevas tecnologías y las soluciones que los países ofrecen a los desafíos que definen nuestra contemporaneidad.

Para ir al encuentro del otro, para dialogar con él, para descubrirlo. Ver la diferencia con el otro como una oportunidad de aprendizaje, una ocasión para inspirarse en su cultura para mejorar la nuestra. El mundo necesita más encuentros internacionales, no menos, donde aprender del otro, necesita más diplomacia, más mensajeros de la diplomacia.

A través de sus pabellones, sus descubrimientos culinarios, sus espectáculos culturales, sus foros de debate, sus encuentros empresariales. Expo es la manifestación más impresionante de diplomacia pública y cultural en la que he tenido el privilegio de participar. Y he sido testigo de primera mano durante los pasados meses de la importancia de esta diplomacia, de la colaboración, de ayuda mutua, de conocimiento compartido entre países. El Te Aratini Festival de Ideas indígenas y tribales, organizado y liderado por el Pabellón de Nueva Zelanda, en colaboración con los pabellones de Australia, Malasia, Paraguay, Estados Unidos, Panamá y Canadá, encabeza la lista. Un evento, un movimiento para elevar el conocimiento, las habilidades y las aspiraciones de estos pueblos a nivel mundial, fomentando un mejor entendimiento de sus economías y de los papeles convergentes de la cultura, el comercio, la comunidad y la conservación en la protección, que incluyó la participación de más de 50 panelistas y docenas de artistas escénicos, una primicia en el contexto de una feria mundial.

Tanto los artistas como los atletas son mensajeros de la diplomacia. Si los artistas abundaron en la Expo 2022 de Dubái, debería haber habido más atletas presentes. La próxima Expo mundial tendrá lugar en Osaka en 2025, en el mismo país que acogió los últimos Juegos de verano. Aquí se presenta una oportunidad increíble para aprovechar el patrimonio deportivo de Japón. CONs y CPNs, les invito a trabajar con su país para invitar a los jugadores olímpicos y paralímpicos a Osaka. Hagan que estos distinguidos invitados vayan al pabellón de su país para conocer a los visitantes de la Expo, organicen charlas con ellos en las que puedan contar su historia e inspirar a los niños. Creemos un equivalente al Festival Te Aratini con los jugadores olímpicos y paralímpicos de todo el mundo, mostrando la colaboración entre los países y abordando diversos temas: inclusión a través del deporte, las mujeres en el deporte, la sostenibilidad en el deporte, entre otros temas “sociales” que los atletas podrían tocar. ¡Mensajeros de la diplomacia en acción mientras el mundo mira!

Con respecto a los artistas, si ellos merecen su participación en la Expo mundial, así como los atletas, también merecen una mayor participación en los Juegos. ¿Recuerdan los tres pilares tradicionales del olimpismo? Deporte, arte y cultura. Si hay una ciudad anfitriona que va a hacer énfasis en la cultura y la expresión artística como centro de su oferta, estoy seguro de que será París 2024, ya que ¡Francia es el faro de la cultura por excelencia! La colaboración cultural entre países, a través de la música, la danza, las artes visuales… en las casas de acogida de los países, en los lugares cercanos, en las calles, etc… Más mensajeros de la diplomacia en acción mientras el mundo mira. Quiero verlos más en París, en Los Ángeles, en Melbourne y trabajaré para verlos más.

En cuanto al personal también son mensajeros de la diplomacia, ya sea en la Expo o en los Juegos. Lo que hace que estos eventos sean plataformas mágicas e imperdibles es la gente que vive en ellos, quienes le dan forma. Las personas con quienes vivimos las Expos y los Juegos y con quienes compartiremos recuerdos de aventuras y desventuras en 10-15-20 años. Durante mi MEMOS y mis experiencias en los Juegos, vinieron de Estados Unidos, Turquía, Irán, Brasil, Arabia Saudí, Italia. Durante Expo 2020, vinieron de Guinea, Kuwait, Montenegro, México, Polonia, Nueva Zelanda. Antes extraños, ahora son amigos cercanos. Sin ellos, las Expos, los Juegos, MEMOS no son nada.

Al igual que la Expo no sería la Expo sin mis queridos colegas del pabellón de Canadá, con quienes he pasado por altos y bajos, en medio de alegrías, risas, dramas, lágrimas, con campera y corbata o con un disfraz, deshidratados después de una tarde trabajo al aire libre a más de 50º o saciados tomando una buena Leffe Rousse en la terraza del Pabellón de Bélgica. Todos ellos y todos los demás de los 192 pabellones de otros países, ¡pueden estar orgullosos del trabajo hecho en Dubái!

Yo también lo estoy. Fue un proyecto difícil y complejo desde el primer día. Sabía en lo que me estaba metiendo y me lancé con la misma pasión que lo he hecho siempre. Estoy extremadamente orgulloso del trabajo que se hizo en el campo para este extraordinario evento. Orgulloso de haber superado los obstáculos, de siempre haber estado con el ánimo de solucionar, de haber aprendido tanto, de haber sido testigo, una vez más, de la importancia de la diplomacia pública y cultural. Orgulloso de haber formado un gran equipo. Honrado de haber colaborado con compañeros tan extraordinarios; ¡los quiero con todo mi corazón! Gracias a todos los que han hecho de la Expo 2020 Dubái el privilegio de una vida.